Sin miedo al pseudobricolaje

Mi chico y yo estamos irreconocibles. Las primeras Navidades en casa mi padre, que era muy manitas, nos regaló una caja de herramientas. ¡Menuda cara se nos quedó! Y es que si descubrí el gusto por cocinar haciendo compañía a mi madre, con el bricolaje no me pasó lo mismo. Y mi chico, igual. En los últimos días, sin embargo, hemos descubierto el pseudobricolaje y el sábado tenemos una prueba de fuego: ¡vamos a tapizar las sillas del comedor!

En casa de mis padres siempre hubo muchos cuadros, demasiados, así que cuando Kike y yo nos fuimos a vivir juntos disfruté de las paredes desnudas. No obstante, hace meses decidí que ya iba siendo hora de colgar alguno y le pedí a mi hermano la Black & Decker y, bueno, que me echara una mano porque nunca había agujereado una pared.

Después de que hiciera el primero para mostrarme como debía hacerlo, agarré el taladro, respiré hondo, apreté el gatillo… y, ¡sorpresa! ¡Una columna de hormigón! Mi hermano consiguió, no sin esfuerzo, hacer los agujeros que habíamos pensado hacer y pasamos al estudio para colgar, de una vez, los tres marcos que tenía guardados desde hacía meses con las fotos ya puestas. Hubo sorpresa de nuevo, otra viga, así que nos dimos por vencidos.

Sin embargo, hace unos días descubrimos unos pirulís de plástico con un clavo dentro que se fijan a la pared con un par de martillazos (cuelga fácil, creo que se llaman). Sin taladros, sin polvo y sin el miedo a que se caiga como me pasa con las cintas adhesivas de doble cara. ¡Una maravilla! Además, en los marcos pusimos unas tiras de plástico especiales con dos miniclavos y los pudimos colgar de los pirulís sin problema.

Actualizaremos las fotos pero por ahora hay tres de nuestro primer viaje.
Nuestro primer viaje decora nuestro estudio.

La idea es cambiar las fotos de vez en cuando aunque por ahora hay tres de París, nuestro primer viaje. Una ciudad maravillosa que seguro que conocéis pero de la que os hablaré algún día porque… París no necesita justificaciones ni excusas. Pero sigamos con nuestro pseudobricolaje porque no sólo colgamos unos marcos.

Hace un par de semanas compramos una lámpara para sustituir la del comedor, que decidió dejar de iluminar (y no, no era cosa de las bombillas). Destornillador en mano y con el lema «si montamos muebles de Ikea, esto no puede ser tan difícil», Kike se enfrentó a la lámpara, a sus tornillos y a sus cables de colores. Sin ningún género de dudas, ayudó que no tuviéramos que hacer agujeros nuevos, pero aún así, siendo nosotros… Estoy muy orgullosa y el comedor vuelve a tener luz.

Así que ahora que tenemos la tela y una supergrapadora especial, sólo espero a que llegue el sábado para estrenar nuestras renovadas sillas.

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